jueves, 30 de diciembre de 2010

Reflexiones V

La oración en grupo
Y puestos en libertad, vinieron a los suyos y contaron todo lo que los
principales sacerdotes y ancianos les habían dicho.
Y ellos, habiéndolo oído, alzaron unánimes la voz a Dios, y dijeron:
Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar
y todo lo que en ellos hay;
que por boca de David tu siervo dijiste:
¿Por qué se amotinan las gentes,
y los pueblos piensan cosas vanas?
Se reunieron los reyes de la tierra,
Y los príncipes se juntaron en uno
Contra el Señor, y contra su Cristo.
Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu Santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel,
para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera.
Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra,
mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu Santo Hijo Jesús.
Cuando hubieron orado, el lugar... (Hechos 4:23-31).
Algo así como que no eran ellos orando lo que a cada quien le pareció conveniente, sino el Espíritu Santo orando a través suyo.
No sé a usted, pero a mí me da la impresión no sólo de que fueron las mismas palabras, sino inclusive que todo aquello fue dicho al mismo tiempo, o sea, con un cierto ritmo.
Los postreros días
El día de Pentecostés, cuando algunas personas se acercaron a ver qué estaba sucediendo en el local donde estaban congregados aquellos primeros discípulos de Jesucristo, y ya llenos del Espíritu Santo hablaron en otras lenguas conforme el Espíritu les daba que hablasen, y los visitantes, unos estaban maravillados y otros se burlaban de los de Cristo, note usted por favor, lo que dice el apóstol Pedro a propósito de lo que acababa de suceder:
Y en los postreros días, dice Dios,
Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne,
Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;
Vuestros jóvenes verán visiones,
Y vuestros ancianos soñarán sueños;
Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días
Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. (Hechos 2:17-18).
Con estas declaraciones del apóstol Pedro se demuestra que los dones del Espíritu Santo tienen plena actualidad, ya que les llama a aquellos días, los postreros días.
Si a aquellos días les llama los postreros días, ¿cuánto más serán los postreros días estos nuestros días?

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